Dice mi amiga que está en el
punto más álgido del hartazgo en la escala de Richter porque es esta escala, la
sismológica, la que mejor define el estado actual de politicastros cuentistas.
Parece ser que todo empezó con un
señor presidente en funciones (de un partido socialista obrero), que le cogió el
gusto a un Falcon y tragó con todo lo infumable con tal de no soltar “su
utilitario”, a quien se le ocurrió formar un gobierno de coalición con su
“amigo de conveniencia” (de un partido de izquierda anticapitalista) para
repartirse las prebendas de un país al que se empeñan en convencer de que es la
decisión de las urnas. Y ella dice que no, que las urnas no deciden los pactos
y que no está dispuesta a comulgar con ruedas de molino.
La conclusión es que por
malabarismos varios hete aquí un gobierno de estómagos agradecidos de izquierda,
en cuya consecución el anticapitalista ha sido más estratega que Napoleón en
sus mejores tiempos, que adolece de todo lo execrable en un gobierno de
derecha.
Y así está mi amiga, que los 100
días le traen al pairo. Que dice que si el vicepresidente ha estado en mangas
de camisa representando al pueblo y en campaña no se quitaba la corbata cada
vez que salía en un medio de comunicación y ahora no se quita la chaqueta,
aunque se la va cambiando, pues que ya están vistos los “digos” y los “diegos”
y que no le hacen falta los análisis de los expertos ni en política ni en
imagen. Que ya es mayorcita para pensar por ella misma y hacer oídos sordos a
los voceros del gobierno y medios de comunicación convertidos en órganos
propagandísticos afines al régimen. Como la derecha.
Mi amiga dice que el gobierno de
progresistas será porque ¡vaya! si han progresado “por todos y por mí el
primero”, sin hablar del “progreso” en el número de ministerios que nos van a
salir por un pico. Y que venga hablar de justicia social, pero al gobierno
boyante lo suyo que no se lo toquen. Porque dice ella que, ¡hombre!, -interjección
exclamativa, no ha lugar a lenguaje inclusivo- en vez de tanto dispendio y
zarandaja ya podrían haberse comportado realmente como un gobierno de izquierdas
solidario y progresista para dejar de ser como la derecha.
Vamos que mi amiga tiene la
escala de Richter al punto de ebullición y ya duda de si los elegidos de la
izquierda anticapitalista son ministros o accionistas de algunos medios de
comunicación, más que nada por el turno de entrevistas con que nos deleitan con
la misma palabrería barata bien aprendida, que con tanta ida y venida a la tele
no les queda tiempo ni para trabajar ni para conciliar. Y así no o eso es lo
que decían.
Dice mi amiga que a ella los
culturetas intelectualoides de boquilla ya no se la dan, porque ya se la han
dado, y que no por ir soltando citas ilustres son más leídos que nadie porque
no cuela. Y ella, que es muy de refranes, es más de llamar las cosas por su
nombre y "al pan, pan y al vino, vino”.
Mi amiga, me dice que no piensa
callarse que ya está bien de tanto mamoneo y monserga de postureo y de tildar a
quien tiene opinión propia de facha, ultrafacha o ultraultrafacha. Que no, que
la cosa no funciona así, que no se puede tener el mismo discurso fácil que la
derecha. Y que definan cosa, si pueden. A título personal les dedico el "cogito ergo sum" de Descartes, más afín a su intelecto.
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