Vidrios en los cuadrados

Jueves, 23:42 horas. La noche, plácida. Aletargando los coletazos rutinarios domésticos en un remanso difícil de conseguir según a qué horas. Mil historias, que zumban por la cabeza, a raya. Intentando alcanzar un relativo sosiego neuronal. Un escarceo por la ventana y ¡zas, en todas las meninges efervescentes!

Estamos -dicen- en el año del reciclaje. España, que recicla como una loca, se sitúa entre los diez países que más reciclan de la Unión Europea. España y los españoles. Y luego están los listos... Te asomas a la ventana y te encuentras con uno.

Hay meses, que se te exacerban los instintos de desechar todo lo desechable y llevas el reciclaje a extremos insufribles. Octubre, con el cambio otoñal, debe ser uno de esos. Y en este contexto de paseo va, paseo viene a contenedores y puntos limpios, amén de la consabida responsabilidad ciudadana y demás administraciones, el listo de turno, que campa a sus anchas, no sabe de reciclajes y menos de conciencias.

En la acera, cubo de residuos orgánicos de una comunidad de vecinos (hoy no toca inorgánico). Los vidrios se llevan al contenedor (ya se encargó el empleado de la finca urbana de comunicarlo, previa prescripción municipal con aviso de multas ¿?). El listo, con local de hostelería en los bajos del inmueble, sale con su cubo, abre el de la comunidad de vecinos, saca unas cuantas bolsas de basura -que deja en la acera-, abre su cubo, levanta una voluminosa bolsa llena de botellas y vidrio -el sonido no deja lugar dudas- y, tranquilamente, la deposita en el de la comunidad; vuelve a poner las bolsas de basura, que dejó en la acera, encima de sus botellas y, cerrando la tapa del cubo de la comunidad, se vuelve con el suyo, vacío, a sus dependencias. Tan a gusto.

Le tendrían que triturar los vidrios en los cuadrados.
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